Cierto día día, Carlitos, el más pequeño de mis amigos, me pidió prestada una lata para grabar el ensayo de su orquesta que estaba formando con sus hermanos. Al día siguiente Carlitos me la devolvió y me pidió que lo abriera cuando él se fuera. Esta latita ha sido la más maravillosa sorpresa que he disfrutado. Recurrentemente vuelvo a ella, sobre todo cuando me quiere entrar la tristeza.